• La culpa o el rencor para no responsabilizarte de lo que sucede actualmente en tu vida. Siempre que haya alguien a quien culpar, podremos evitar hacernos responsables de nuestra infelicidad, incomodidad o insatisfacción. Soltar la culpa implica hacernos respon- sables de nuestra vida, lo cual puede resultar muy duro en algunas ocasiones. Haciendo referencia a Oscar Levant: “Envidio a la gente que bebe. Al menos ellos tienen a qué echar la culpa de todo”. Aplicando esta ironía cómica a nuestra vida, es fácil ver cómo, en muchas ocasiones, el perdón implica dejar de ver fuera la causa de mi desgracia, y hacer esto no siempre supone plato de buen gusto.

• En ocasiones, lo único que nos une a alguien que no queremos dejar ir es el rencor. La relación de rabia y rencores, en última instancia, un tipo de relación. Para muchas per- sonas es preferible mantener una relación disfuncional que asumir el olvido y la soledad. ¿Cuántas parejas conocemos que, aún sin soportarse, tampoco quieren estar el uno sin el otro? Lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia. Cuando no hay una ade- cuada gestión emocional, una forma de expresar el anhelo de cercanía, de sostener la relación cueste lo que cueste, puede ser desde la rabia y el rencor. El perdón implica dejar ir y no todo el mundo está dispuesto a ello.

• Mientras mantienes la ofensa, sigues en el papel de víctima. Ese papel ofrece muchas ventajas, como aceptación, comprensión e incluso apoyo social. Dejar de sentirse víctima no quiere decir que dejes de sentir el perjuicio que te causó la situación «imper- donable». Sin embargo, dejar de identificarse con ese papel puede ayudarnos a empezar a decidir sobre nuestra vida. La víctima nunca tiene opciones, es un sujeto pasivo ante las inclemencias emocionales que lamentablemente tuvo que vivir. Por ello, podemos reco- nocer las ventajas que conlleva tener el papel de víctima, pero seguiremos habitando ese papel hasta que estemos dispuestos a renunciar de las ventajas secundarias que conlleva.

• Manteniendo la energía hostil del rencor conseguimos poder y dominio sobre los demás. Esta es una de las causas más comunes para seguir reaccionando desde el rencor y la culpa: la defensa. Para muchos, no perdonar es una forma de ser fieles a sí mismos, de demostrar dignidad y amor propio. Incluso, la inflexibilidad del ofendido para muchos supone seguridad, fuerza y determinación, aunque en realidad esta conducta oculta impo- tencia, miedo, inseguridad y falta de amor propio… Quien no tiene certeza ni seguridad en su posición y su verdad, necesita de esta energía para hacerse valer, para conseguir que los demás hagan lo que desea. Es una forma de manipulación hacia las personas del entorno y refleja una enorme falta de recursos para comunicarse desde la empatía y la asertividad. Es fácil controlar a los demás cuando se sienten culpables o en deuda contigo; sin embargo, esto genera relaciones basadas en el miedo y el sacrificio, relaciones destinadas a fracasar.

• En ocasiones, puede asociarse perdonar con dar el brazo a torcer o renunciar a parte de la razón que se tenía en el momento en el que se «creó» el enfado. Por ello, el hecho de seguir en el papel de víctima puede tener también el objetivo de temer perder la razón, sacrificando con este objetivo el bienestar y la paz personal.

• La rabia y el rencor también pueden servir para cubrir sentimientos y emociones más profundas que, tal vez, no estamos preparados para expresar. Aferrarse al rencor puede ser una excusa para evitar expresar lo que realmente sentimos. Es una zona de confort en la cual nos sentimos «seguros» y «protegidos»; quizás esa opción suponga más ventajas que abrirse emocionalmente y mostrar las heridas. Puede usarse como una suerte de armadura que, si bien nos impide movernos y respirar con normalidad, nos protege de la hostilidad y los peligros del medio. Por lo tanto, en este caso encierra un gran temor.

• Para terminar —y relacionado con el punto anterior—, también podemos hacer referencia a que, cuando mantenemos la rabia o el rencor, evitamos tener una conversación que, tal vez, nos suponga un mayor reto emocional que seguir manteniendo la posición de distancia. Muchas personas han crecido en un ambiente en el que la rabia supuso el único recurso del que disponen para protegerse de aquello que consideran potencialmente peligroso.

RESUMEN:

PERDONAR ES DAR LAS GRACIAS POR EL APRENDIZAJE

PERDONARSE ES DARSE LAS GRACIAS POR EL APRENDIZAJE