No te rompió él. Te rompiste tú cada vez que elegiste su paz por encima de la tuya.
Hoy no vamos a hablar de él.
Hoy vamos a hablar de todas esas veces que tú… te dejaste sola.
Te callaste lo que te dolía.
Cenaste con la garganta cerrada.
Te acostaste a su lado con un nudo en el pecho.
Te dijiste: ‘mejor no digo nada, no quiero problemas’.
Pero ¿sabes qué?
Cada vez que hacías eso…
No lo protegías a él.
Te perdías a ti.
Hoy quiero que mires de frente esas micro traiciones.
No para castigarte.
Sino para recuperar tu voz.
Porque si no las ves, las vas a repetir.
Y si las repites… él no necesita cambiar.
Tú sigues sosteniéndolo todo sola.